Mi nombre es Vaztik del Mundo amarillo. Todos dicen que allí viven los más pobres del planeta, pero no lo veo así. Cada quien vive feliz según como le toque vivir.
En mi opinión, a los del Mundo amarillo no nos falta nada, somos los más dichosos. Nos gusta cultivar nuestra propia comida y, cabe mencionar que, en ningún otro lugar, las cosechas son como las tenemos aquí.
De lo único que hay que ocuparse es de lo que se siembra, hasta que esté listo para la cosecha. Es como si la siembra creciera por arte de magia.
La seguridad es importante, nuestras tierras están protegidas por grandes murallas que fueron construidas por los antepasados, para detener las invasiones del Mundo rojo y el Mundo azul.
Con los muros, se acabaron los robos. No era de sorprenderse, pues todos las deseaban al ver el tamaño de las frutas de este lugar. No importa lo que se sembrara, todo crecía más rápido de lo normal, al punto de que, varias cosechas debían ser cargadas por más de una persona.
Esto era protegido por la gran obra de nuestros antepasados, quienes, inteligentemente, en contra de todo, buscaron la manera de construir la muralla. Sabiamente establecieron tratados de comercio con los Mundos vecinos, adquiriendo lo que necesitaban. De esta manera, al intercambiar los alimentos especiales, consiguieron la materia prima para construir una sólida muralla.
El Mundo Rojo nos dio el cemento necesario y el Mundo Azul nos dio el agua extra y las grandes piedras. Sin imaginarlo, ellos contribuyeron al futuro de nuestro amado Mundo Amarillo.
Esto fue así por muchos años, hasta que unos espías del Mundo Rojo, buscando el secreto de tan abundante comida especial, se dieron cuenta de que el Mundo amarillo tenía un gran muro de seguridad y, antes de que pudieran terminar el área de la entrada, llenos de envidia, se unieron con el Mundo Azul para conquistar el Mundo Amarillo.
La fuerza de ambos Mundos combinados fue tan grande que, obligó a los antepasados a activar un poder que ocultara la muralla, previniendo la destrucción.
Este poder especial fue hallado en lo profundo de un gran pozo y ha pasado de generación en generación protegiéndolos a todos. Este poder parecía una esponja pequeña, pero muy brillante y hermosa. Todos quienes la veían, se quedaban deslumbrados con su belleza y sus colores.
Todos se ocupaban de cuidar de ella y continuó así hasta que, un día inesperado, un pequeño joven llamado Victoriano, provocó que la esponja comenzara a crecer y crecer hasta que se hizo inmensa. Todos se sorprendieron al ver lo mucho que habían crecido.
El gran líder Hunder, conocido por todos en ese Mundo, por su agilidad con la espada y en combate mano a mano, se acercó a la gran esponja para ver qué ocurría. Pero, al igual que los demás, no entendía por qué había ocurrido eso, solo se quedó mirando asombrado. Fuera quien fuera, él sabía que esto no había sido una casualidad.
Cuando el líder Hunder fue informado sobre el líder Victoriano, fue hacia él para interrogarlo y preguntarle qué pasó. “Señor, yo solo apreté la esponja con todas mis fuerzas y, al explotarla, su brillo comenzó a crecer,” dijo Victoriano.
“Interesante, jovencito, todo pasa por alguna razón,” respondió Hunder, colocando su mano en el hombro del muchacho.
El gran líder se despidió y regresó al gran muro de poder y, tocándolo con su mano, usó un poder que lo hizo volver a la normalidad.
Todos se quedaron sorprendidos viendo cómo Hunder tomaba la esponja de poder, él, sin decir nada, se fue hacia la parte de al frente de la gran muralla hecha de piedra y cemento, acompañado de sus guerreros.
Minutos después, una gran multitud de ellos comenzaron a aparecer a lo lejos, se dirigían hacia la ciudad.
En el Mundo Amarillo, la gente de sorprendió al ver la cantidad de guerreros que venían hacia ellos. Eran guerreros de ambos Mundos.
Los del Mundo Azul y Rojo habían enviado sus tropas a destruirlo todo. A muchos en el Mundo Amarillo se les podía ver el miedo y la desesperanza en sus ojos. Con ese ejército tan grande, era muy probable que el Mundo Amarillo fuera destruido.
Desde lejos se escuchaba el ruido de los lobos y las salamandras que tenía el ejército, se veían terribles y furiosos. También se podía ver que usaban sus poderes para intimidar. Otros se transformaban en animales para poder moverse y correr más rápido.
Cabe mencionar que los guerreros de nuestro Mundo Amarillo también eran ágiles y sabios, también tenemos técnicas únicas y especiales, pero para detener el ejército de dos Mundos se necesita mucho más que eso.
Los enemigos continuaban acercándose a paso firme y consistente y nuestro líder Hunder no se dejó intimidar. Estaba convencido de que, de alguna forma u otra, la esponja de poder serviría para algo.
Con mucha calma, nos envió a todos a mantenernos detrás del muro. Cuando los guerreros se acercaron más, Hunder confirmó que ambos Mundos se habían unido en contra de ellos.
Sin lugar a dudas, querían quedarse con todo.
De repente, los lobos comenzaron a aullar muy fuerte, el ruido era tan alto que parecía retumbar en todo el lugar.
Estaba asustado, pero cuando intenté correr, de la nada mi madre me tomó y, abrazándome, me dijo al oído: “No te preocupes, todo estará bien, no pierdas la esperanza…” Su voz era hermosa.
Mi madre era muy protectora y hacía todo lo que estuviera en su poder para que nada me hiciera daño. No paraba de decirme que en mis ojos veía algo especial y que, algún día, me daría cuenta de eso.
De niña, nunca supe por qué decía eso, pero ahora que estoy más grande, puedo entenderlo.
Me he dado cuenta de que puedo hacer cosas que otras personas no pueden.
Después de su abrazó, seguía sintiéndome incómoda, pues los rostros de mis amigos no reflejaban paz sino terror y fracaso. Creo que, al igual que yo, sabían que, si la esponja no funcionaba, sería el fin.
Cuando los enemigos estuvieron más cerca, comenzaron a agruparse para pelear.
Hunder se paró en medio del área del muro que todavía no estaba completo, se veía muy molesto. Apretaba y sacudía la esponja, pero no sucedía nada, no aparecía la barrera protectora.
Nada parecía funcionar.
Hunder miró hacia atrás y vio que los guerreros del Mundo Amarillo también estaban listos para pelear. Esto le dio ánimo, pero, al mismo tiempo, se preocupó al ver la cantidad de amigos que había allí dispuestos a defender su Mundo, pues él sabía lo poderosos que eran.
El gran líder tomó valor lanzando la esponja al suelo, sacó dos espadas y un escudo a su alrededor creado por su poder.
Presenciar todo esto era intimidante. Parecía como si Hunder fuera a enfrentarlos a todos él solo.
De repente, escuché el eco de una voz que me decía lentamente. “No temas, todo saldrá bien.” Era una voz que venía como un susurro y luego se iba.
No era la primera vez que la escuchaba, no sabía de dónde venía, pero siempre me decía cosas.
Los enemigos se enfurecieron al ver las espadas, dieron un grito de guerra y salieron corriendo hacia él. Hunder era un guerrero impecable y, a pesar de los años, parecía no envejecer.
De repente, una gran explosión de luz resplandeció frente al gran líder y sus enemigos. Cuando la luz se fue, todos se dieron cuenta que había sido provocada por la esponja.
Había crecido y, al hacerlo, cubrió con su poder todo el espacio abierto de la muralla de piedra, separando al Mundo Amarillo de sus enemigos.
El líder Hunder, al ver esto con las espadas en sus manos todavía, se comenzó a reír con mucha fuerza y todo el pueblo también. Se sentían seguros gracias al poder protector de la esponja.
Era tan poderoso, que continuó creciendo al punto de cubrir todo el Mundo Amarillo con una capa protectora.
Esto trajo paz, seguridad e independencia.
Nos cubrió y protegió como un creador lo hace con su creación. Sé que el todo poderoso nos cuidó desde lo alto, pues, si no fuese así, ese día hubiese sido el último día del Mundo Amarillo.
Sin importar lo valientes y fuertes que son nuestros guerreros, los enemigos nos triplicaban en número y armamento.
Todos gritaban de alegría al ver al líder Hunder levantando sus espadas en señal de victoria. A las afueras se escuchaban los gritos de ataque de ambos ejércitos que lanzaban y golpeaban la barrera de poder, pero desde adentro, podían ver que era invencible.
Hunder y los demás pusieron a todas las personas en orden. Cada uno hacía rondas para asegurarse de que el lugar estuviera cubierto y protegido.
Los líderes del Mundo Amarillo se unieron en la vigilancia, pero todo parecía estar bien. Luego de un rato, los demás se fueron a sus casas.
Mis padres caminaban junto a mí cuando volví a oír el susurro, pero, a medida que caminaba, lo escuchaba más fuerte. Ellos, sin imaginarse nada, siguieron caminando y platicando con los vecinos.
Al llegar a un área, el susurro se hizo tan fuerte que me detuve a mirar de dónde venía. Fue en ese momento en que, para mi sorpresa, vi a un árbol que me sonreía y me dijo: “Te dije que todo saldría bien.”
Solo me quedé de pie observando al árbol sin poder creerlo, pero al ver su sonrisa, entendí que no había nada que temer y extendí mi mano para tomar una de sus hojas y, para mi sorpresa, desapareció como si nunca hubiera estado allí.
Estoy segura de que era real. Esta historia es real, pero cada vez que la comparto, nadie me cree. Sé que, en ese momento, solo era una niña, pero estoy segura de lo que vi y escuché.
Lo que sí sé es que, de alguna manera, puedo hacer algo que los demás no creen posible. Siempre recuerdo que mi madre veía en mí algo especial, mucho antes de que yo pudiera verlo.
Solo me gustaría que me hubiera dicho cómo usarlo.
Al pasar de los años, cada mundo se distanció del otro separándose por raza. El poder los había alejado.
El poder su odio los dominó y fueron perdiendo la importancia del amor, el perdón y el compartir.
A simple vista, cada uno parecía estar bien por su cuenta, pero realmente no lo estaban. Todos fingían lo que no tenían.
En el Mundo Rojo, aparentaban que la riqueza y el poder los hacían felices, pero no era así. Al Mundo Azul también le pasaba lo mismo.
Ambos creían que eran mejor que los demás, pensaban que sus cosas materiales los hacían mejores.
El Mundo Amarillo era el más pobre entre ellos y el más despreciado también.
Sea como sea, a todos les faltaba algo especial. Necesitaban que alguien se detuviera a escuchar en lugar de exigir o demandar.
El Mundo Amarillo no brilla por sus lujos, pero sí por el valor que todos le dan a la amistad y al compañerismo. La lealtad es muy importante para ellos.
La manera en que las personas del Mundo Amarillo apreciaban estos valores, enfurecían a los otros mundos pues, según ellos, no eran nada importante.
También los odiaban por tener posesión del gran poder protector, al cual llamaban la protección de la luz.
A pesar de todo, había algo que los tres mundos tenían en común. Todos deseaban la libertad de sus almas y ninguno estaba completamente feliz con lo que tenían. Siempre querían tener más.
Un día la joven Vatick, junto a su amigo Viko, un joven rubio de ojos verdes, se encontraba dentro del gran bosque. Ambos caminaban juntos.
Vaztik caminaba con unas pelotas plateadas en sus guantes amarillos y negros, muy concentrada en lo que ocurría a su alrededor. Estaba tan enfocada, que podía escuchar hasta el más mínimo sonido, hasta el de su amigo, el cual no le molestaba.
Siguieron caminando, hasta que llegaron a una colina. Vaztik se detuvo unos segundos, pero luego continuó esquivando unas ramas secas que había en el lugar.
Hasta que, de repente, cubrió su rostro con algo de color plateado y, para sorpresa de Viko, su amiga desapareció. Él entendió lo que pasaba y se apresuró a desaparecerse también.
Ahora solo se podían ver las huellas que ambos dejaban al caminar. Con cada paso, se aseguraban de que nadie viera lo que intentaban hacer.
Continuaron hasta el muro trasero del gran bosque, sin ver nada.
Se movían con tanta precaución, que ni siquiera unos lobos que se escondían comiendo de la cosecha, se percataron de que ellos estaban allí.
Viko se acercó a Vaztik y le dijo al oído suavemente: “¿Qué hacemos? Si no hacemos algo, se comerán todo.”
“No exageres, solo son unos bebés, tienen hambre. No se comerán todo, solo hasta que se llenen,” respondió su amiga.
“Bueno, si tú lo dices, en fin, eres la jefa,” dijo Viko.
“No digas eso, sabes que no me gusta cuando me llamas jefa. ¿Acaso no puedes disfrutar de lo felices que se ven?” respondió Vaztik.
“Por supuesto que están felices, yo también lo estaría con tan gran festín, en especial porque los de su mundo comen alimentos químicos y preservados, no como esta comida fresca que tenemos nosotros,” dijo Viko.
“Pues qué bueno que lo dices, ponte en sus zapatos y dejémoslos comer un rato más. Seguramente se irán pronto,” aseguró Vaztik.
“Está bien, no te enojes conmigo y sigamos,” respondió Viko, sacando la lengua.
Ambos se quedaron mirando a los lobos del Mundo Azul, que comían despreocupados como si esta fuera su casa, como si hubieran olvidado que estaban en un mundo que no era el suyo.
Sin embargo, los lobitos más grandes vigilaban como soldados. Ellos sabían que, cualquier error, les podría costar problemas con el Mundo Amarillo.
De repente, Vaztik escuchó un ruido muy familiar y, acercándose a su amigo, le dijo: “Vamos, sabes lo que eso significa, no podemos dejar que los atrapen.”
“Como tú digas, amiga,” respondió Viko y ambos comenzaron a caminar juntos rápidamente.
Sin ser vistos, llegaron al área donde sabían que se encontraban los cazadores del Mundo Amarillo.
“Ya sabes qué hacer, Viko,” dijo Vaztik.
“Lo sé, lo sé, no lo voy a arruinar. A la cuenta de tres lanzo las pelotas de hierro al lado derecho y tú al lado izquierdo,” respondió Viko.
“Muy bien, así los lobitos tendrán oportunidad de escapar,” aseguró Vaztik, poniéndose en posición.
Se quedaron esperando el momento oportuno para poner su plan en marcha. Nadie sabía que ellos hacían estas cosas y se alegraban de eso.
Hasta le pusieron nombre a su grupo, “los que ayudan.” Título que ambos mantenían en secreto.
Todo parecía calmado, pero Vaztik sabía que, con cada segundo que pasara, los cazadores estarían más cerca de los lobos.
Ella contó hasta tres en voz baja y ambos lanzaron las pelotas de hierro, las cuales, en el aire, se dividieron en muchas esferas más pequeñas cayendo por todo el lugar.
Cuando los cazadores se acercaron a las esferas, percibieron ruiditos sutiles al oído humano pero muy fuertes para los lobos y, de esta manera, ellos saldrían corriendo escapando del lugar.
Los cazadores se dieron cuenta de que los lobos habían salido corriendo e intentaron atraparlos, pero era tarde, no pudieron hacerlo.
El líder de los cazadores llamado Bolo, mirando a todos lados, dijo frustrado: “No puede ser, ¿otra vez lograron escapar?” Se quedó observando con atención a ver si veía a alguien, pero solo estaban sus compañeros y los lobos que corrían a lo lejos.
Sin embargo, Bolo no podía ver nada. Vaztik conocía muy bien las habilidades del líder de los cazadores, así que, por más que él buscó y revisó, ambos jovencitos con ayuda de sus poderes, se ocultaron de su vista.
Bolo, molesto, agarró sus armas de caza, que eran dos palos y tras ponerse unas gafas especiales, se puso a buscar por dónde se habían ido los lobos.
Por más que lo intentaron, no lograron atrapar a ninguno, pero al menos, Bolo encontró por dónde se habían escapado.
En la parte más lejana del muro, había un pequeño hueco.
Cuando el líder de los cazadores se dio cuenta de esto, salió corriendo y lanzó sus dos palos especiales, bloqueando el hueco de la pared y asustando a uno de los lobitos que había allí.
El animal intentó salir pero los palos no se lo permitieron y Bolo, al ver que no podía escapar, comenzó a gritar: “¡Atrapamos a uno! ¡Démosle una lección para que los demás no entren!”
El líder de los cazadores caminó lentamente hacia el lobito riéndose.
“Oh no, ¿qué hacemos ahora, Vaztik?” preguntó Viko en voz baja.
“Tenemos que ayudarle.”
“¡¿Qué?! No, no podemos, se darán cuenta de que estamos aquí y nos irá mal,” dijo Viko, preocupado.
“¿Pero…?” preguntó Vaztik.
“Pero nada, amiga, sabes bien lo riesgoso que sería hacer algo así,” respondió su amigo.
Ella sabía que él tenía razón así que no dijo nada más, pero, con cada paso que Bolo daba, Vaztik se ponía más triste. Viko, al verla, también se sintió así.
Todos los cazadores se estaban acercando, cuando, de repente, uno de los lobos más grandes, metió su cabeza en medio de los palos y, agarrando al lobito por el collar, comenzó a tirarlo para intentar cruzarlo hacia el otro lado.
“No, no, lobo malo. ¡Corran que se nos escapan!” Bolo gritó histérico.
Los cazadores se apresuraron más, pero, cuando estaban a punto de agarrar al lobito, el más grande lo tiró con más fuerza atravesando el hueco y logrando escapar.
“¡No puede ser!” gritó Bolo con más fuerza que antes. Él es un hombre grande, de tez trigueña y cabello rizado. Verlo molesto daba mucho miedo.
Vaztik se emocionó tanto, que dio un grito de alegría. Viko le tapó la boca con su mano, pero era muy tarde, Bolo ya la había escuchado. “No te preocupes, sabía que todo esto debía ser obra tuya. Algún día te encontraré y me las pagarás todas,” gritó Bolo nuevamente. Los demás cazadores no habían escuchado a Vaztik, entonces no entendían a quién le hablaba su líder.
Minutos después, Bolo dio la orden y todos se dirigieron al pueblo, mientras Vaztik y Viko regresaban por donde habían venido.
El día comenzó con los ruidos que anunciaban el comienzo de un día especial.
Vaztik se cayó de la cama sorprendida por el ruido, se dio cuenta de que provenía de las Toros sin Frontera y se vistió muy rápido.
De repente, escuchó la voz de su amigo Viko gritándole por la ventana: “Vaztik, ¿aún estás aquí?”
Su amiga abrió la ventana y le respondió: “¿Por qué no me acordaste que era hoy?”
Pero antes de que Viko pudiera responder, Vaztik salió corriendo y, al atravesar la puerta de la casa, le dijo a su amigo: “Vamos que ya es tarde,” y continuó corriendo dejándolo atrás.
“¡Oye, vas muy rápido!” le gritó Viko intentando alcanzarla, pero ella no se detuvo.
“Vamos, no seas lento, muéstrame lo que tienes.”
Ellos no eran los únicos, por todos lados había personas corriendo, algunos caminaban, otros iban a caballo o en carrozas, pero todos iban rumbo al gran coliseo del Mundo Amarillo.
Antes de que los tres mundos se separaran, el coliseo era conocido como el lugar en donde se celebraban los eventos que alentaban la paz y el compañerismo.
Aquellos eventos se realizaban todos los años, incluso en tiempos tensos, pero, tras la gran guerra, más el gran terremoto, las tierras del coliseo quedaron en los límites del Mundo Amarillo. Desde allí se podía ver parte del Mundo Azul y las alturas del Mundo Rojo.
“¡Vaztik, espérame!” gritó Viko, pero ella desapareció sacándole la lengua.
Él sabía lo que esto significaba, su amiga no iba a permitir que nadie de los que corrían por el lugar, llegaran primero que ella.
De repente, se comenzó a ver una nube de humo que se desplazaba a toda velocidad. Vaztik, al ver que había una carroza llena de frutas, bloqueó el puente y se apresuró a dar un brinco encima de la carroza.
El humo descendió y todo el lugar quedó cubierto. Los que corrían, no podían ver nada, solo se escuchaban los gritos de las personas en la carroza.
Vaztik continuó corriendo, hasta que, de pronto, escuchó a lo lejos ruidos en el agua. Las demás personas que corrían sin poder ver, cayeron en el agua y otros se tropezaron con las frutas haciendo un reguero por todo el lugar.
De repente, Vaztik escuchó a Viko: “Eso estuvo genial, casi me agarraste.”
“Aún así no me alcanzarás,” contestó ella sin dejarlo correr.
Esto no era ninguna sorpresa, pues ella bien sabía que, todos de alguna u otra manera, tenían habilidades únicas. Lo único que tenían en común era su deseo de mostrar su talento.
Lo que Vaztik no sabía es que el gran líder Hunder la vigilaba de cerca. Él y su amigo místico llamado Artik, sentían que había algo especial en ella.
Artik, al ver lo que había ocurrido en el puente, se acercó a Hunder y le preguntó: “¿Y toda esa conmoción?”
“Estoy seguro de que tuvo que haber sido ella, ya te dije que esa chica ganará este año,” respondió Hunder.
“No lo sé, creo que todavía le falta. Además, nadie gana en su primera vez.”
“Eso lo veremos, vamos,” dijo Hunder y ambos desaparecieron.
Segundos después reaparecieron en el lugar que les correspondía dentro del gran coliseo, el cual estaba repleto de personas, pero nadie los distinguió.
La mayoría de ellos siempre quedaban impresionados con la gran barrera de energía que protegía los aires del lugar, mientras los demás estaban al pendiente de ver quiénes entraban a la competencia.
Esa barrera era importante, pues, al estar tan cerca de los otros mundos, siempre había el peligro de que lanzaran algo, en especial el Mundo Rojo, debido a la altura de sus montañas.
Esta era una de las desventajas que tenía el Mundo Amarillo, pues quedaba debajo de los otros mundos. Por otro lado, otra de las funciones que tenía aquella barrera, era bloquear la vista de los curiosos, pues, desde allí solo se veía un gran resplandor cubriendo todo.
“Solo mira lo lleno que está este lugar. Sin importar cuánto tiempo pase, a todos les siguen gustando los juegos,” exclamó Hunder.
“Así es, me sorprendería ver el lugar vacío,” añadió Artik.
“Mira, quién está aquí, eso sí es inusual,” dijo Hunder señalando un lugar.
“¿Gonder aquí? Eso sí que es sorprendente, él nunca sale de su casa, ¿qué vendrá a hacer?” preguntó Artik.
“Buena pregunta, pero creo que estamos a punto de averiguarlo. Mira,” dijo Hunder.
“¿Esa no es…?” preguntó Artik, pero fue interrumpido por su amigo.
“Esa misma, vamos a ver qué pasa” y ambos se quedaron muy atentos.
“Señorita, aquí tengo lo que me pediste,” dijo Gonder.
“Oh, qué genial, pensé que no lo traerías, pues como eres científico, te la pasas ocupado,” respondió Vaztik.
“Deberías dejar de escuchar lo que la gente dice. Soy científico y me la pasaré ocupado, pero soy un hombre de palabra. Así que, si te digo que vendré, lo haré, pero si te digo que no, es no,” aseguró Gonder, pasándole dos frasquitos con un líquido color naranja.
Vaztik se apresuró y los amarró en unos bolsillitos que tenía en su cintura. “Gracias, Señor. Como te dije antes, sé que me los quieres regalar, pero buscaré cómo pagarte este gran favor,” dijo ella.
En ese momento llegó Viko, saludó a Gonder y le dijo a su amiga: “Están llamando a los competidores.”
“Entonces será mejor que encuentre un buen asiento,” dijo Gonder.
“Eso no me lo esperaba,” respondió Vaztik sorprendida.
“Lo es, así que más te vale que les enseñes a todos que eres la mejor,” aseguró Gonder, mientras se retiraba a buscar una silla.
Vaztik se fue muy emocionada al área que le habían asignado, desde allí podía ver la gran montaña del Mundo Rojo y las colinas del Mundo Azul.
Con esa vista, recordó aquellos tiempos en donde los tres mundos participaban juntos en estos juegos en paz y armonía. Era sin duda una oportunidad en donde cada mundo mostraba, de manera pacífica, sus fortalezas a los demás.
No había nada como los días en que Vaztik era niña y se escabullía para ver cada detalle de los juegos. Ella recuerda bien el último año que fueron los Toros sin Frontera. Fue el año del gran terremoto que los separó. Fue el mismo año en que, en lugar de compartir, comenzaron a pelear por ver quién controlaba todo. El año en que muchos conocidos se volvieron enemigos. Un año difícil de olvidar.
Recordar el pasado, entristeció mucho a la joven Vaztik. Recobrando el ánimo, se dirigió al lugar de arranque, en donde pudo ver el camino y varios obstáculos de la carrera. Solo quien llegara al final y cruzara la gran muralla de fuego, ganaría.
Pero a ella le preocupaban más los obstáculos ocultos del camino, pues estaban diseñados para sorprender a cualquiera que se cruzara con ellos.
Todas las miradas estaban puestas en Vaztik, pues era la primera vez que una chica se atrevía a participar en estos juegos. Muchos de los hombres, al verla montada en su gran toro, se reían y hacían comentarios entre ellos.
Tanta risa no sería en vano. Vaztik era joven y, montada en su toro, parecía una niña, pues los toros se veían más grandes que ella. Pero no le importaba el peligro, si otros podían hacerlo, ella también.
Vaztik no era tonta. Había ido con vestiduras protectoras y un casco que, a pesar de ser pequeño, era muy resistente.
De repente, toda la multitud comenzó a gritar: “¡Carrera! ¡Carrera! ¡Carrera!” Todos estaban a la espera de que la torre central diera los anuncios oficiales.
“¿Estás lista? Sé que lo harás genial, así que quédate tranquila, todo saldrá bien,” se dijo Vaztik a sí misma en voz baja.
A lo lejos, vio a su amigo y al científico Gonder saludándola. Verlos le dio mucho ánimo y le ayudó a calmar sus nervios.
Todo ya estaba a punto de comenzar. En pocos minutos iniciaría la gran carrera de los Toros sin Frontera.
Mientras esto ocurría, los padres de Vaztik discutían sobre ella. No era de extrañarse, pues su hija cada vez rebasaba los límites. Cada cosa que hacía, sobrepasaba la imaginación de sus padres.
“No sé cómo lo hace esta niña, pero de seguro ya debe estar de camino a las carreras,” dijo el padre a su esposa.
“Poto, sabes que ella es una jovencita fuerte, salió igual a ti,” respondió la madre.
“No seas así, Berla. Esa muchacha tiene que entender lo que significa un “no.” ¿Por qué la dejaste ir a esa carrera? La carrera de los Toros sin Frontera es muy peligrosa,” dijo Poto.
“Sabes bien que, si es una chica fuerte y atrevida, es porque te imita a ti. Ella hace todo lo que ve en ti, así que no me culpes a mí,” respondió Berla mirándolo fijamente.
“Pero, pero…” dijo Poto y su esposa lo interrumpió diciendo:
“Pero nada, déjate de cosas y apóyala. Un padre siempre debe apoyar a sus hijos. Prefiero darle permiso y que no se escape para hacerlo a escondidas. Eso es lo que a ella le gusta, lo que ella eligió.”
Poto se quedó callado, pensando en lo que su esposa le acababa de decir. Ambos continuaron limpiando.
Minutos después, el padre de Vaztik terminó de limpiar una parte y le dijo a su esposa: “Sé que debemos apoyarla en todo, pero ¿no crees que sea peligroso? Sabes que no son toros normales, son los sin Fronteras, amor. ¿Recuerdas por qué los llaman así? No hay nada que los detenga. Así que el solo pensar en que nuestra hija está en frente de ellos, me preocupa y debe preocuparte a ti también.”
Berla continuó sacando leche de una de las vacas, pero las palabras de su esposo la habían inquietado. Poto se puso a limpiar la suciedad de varios animales, cuando de repente, su mejor amigo entró al establo. Ambos esposos al verlo, lo saludaron de lejos para no ensuciarlo.
“Pero, ¿qué hacen aquí todavía? ¿No escucharon a alerta? Si no se apuran, se perderán la carrera,” dijo Kokito.
Poto y Berla se miraron el uno al otro y Kokito, al ver que no hacían nada, continuó diciendo: “Pues ustedes se lo pierden. Yo no me perdería ver la valentía de mi querida Vaztik, ella es fuerte y buena en lo que hace. Ya verán que los sorprenderá a todos y los dejará con la boca abierta.”
Kokito salió del establo como si se fuera a ir, para ver lo que sus amigos harían. Hasta que, de repente, Berla se puso de pie y, quitándose los guantes, agarró un trapo para limpiarse. “Espérame, yo también iré. El establo puede esperar,” dijo la madre de Vaztik.
Poto se quedó solo en medio del establo, quitándose los guantes y mirando a las vacas alrededor, hasta que, de repente, una de ellas empezó a mugir sin parar: “¡Está bien! Ya, cállate, ustedes ganan,” dijo Poto saliendo del establo y gritándole a su esposa y a su amigo. “¡Oigan, espérenme!” continuó gritando hasta que ambos se detuvieron.
Berla, la escuchar a su esposo, le preguntó a Kokito: “¿Lo esperamos o seguimos?”
Kokito riéndose contestó: “Sabes que mi amigo es terco, pero en ocasiones, todos somos así. No seas mala, esperémoslo.”
“Estoy casi segura de que solo quieres que venga para que nos ayude con su poder a llegar a tiempo y tener un buen asiento en el coliseo,” respondió Berla mirándolo fijamente.
“¡Cómo adivinaste! Aunque realmente me gusta que venga, pues no hay nada que alegre más el corazón de una hija, que el apoyo de su papá,” dijo Kokito.
“¿Y qué? ¿Mi apoyo no cuenta?” preguntó Berla ofendida.
“No es eso, tu apoyo ella ya lo tiene, pues estoy seguro de que le diste permiso para competir,” aclaró Kokito riéndose.
Antes de que Berla pudiera responder, Poto llegó a su lado diciendo: “Ustedes ganan, también quiero apoyar a la niña.”
“Bueno, no se diga más, vamos a la gran carrera,” respondió Kokito, pasando su brazo por los hombros de los padres de Vaztik.
La mano derecha de Poto comenzó a dar vueltas, creando una pequeña ola de aire y polvo que, poco a poco, los arropó a los tres. Cuando quedaron completamente cubiertos, el viento se disipó y desaparecieron.
Esto era muy común, las personas normalmente usaban sus poderes para llegar rápido a sus destinos.
El Mundo Amarillo podría no tener materia prima para construir lo mismo que los otros mundos, pero tenían algunas cosas, en especial sus poderes.
Era poco común sorprenderse con alguno de ellos, pero lo que Vaztik aprendería era que, en un mundo lleno de poderes y personas con habilidades singulares, todavía quedaba espacio para cosas asombrosas e inesperadas.
Pronto la vida la sorprendería al mostrarle por qué razón siempre se sentía alegre cuando estaba cerca de los árboles.
Luego de un rato, sus padres aparecieron cerca del lugar, entraron y consiguieron un buen asiento.
“No la veo, amor,” dijo Berla refiriéndose a su hija.
“Debe estar entre los participantes,” respondió Poto buscándola con la mirada.
“No se preocupen, en un momento comenzarán los anuncios y, seguramente, la veremos,” dijo Kokito sentándose.
Poto y Berla se sentaron junto a él, esperando a que el evento comenzara.
La multitud gritaba emocionada, esperaban el inicio de la gran competencia de los Toros sin Fronteras, pero quienes más gritaban era los fanáticos fieles de este juego.
Año tras año, venían a ver cómo los participantes derrotaban y destruían cada obstáculo puesto alrededor del coliseo. Con cada muro de árbol seco o piedras destruido, los fanáticos se emocionaban al punto de que, en ocasiones, algunos de ellos salían corriendo al campo. Por esa razón, ese año había mejores medidas de seguridad.
Los árboles secos y las piedras no eran los únicos obstáculos, pero sí unos de los más favoritos por las grandes explosiones que ocasionaban.
Cada uno estaba puesto en lugares específicos, con el fin de que fuera difícil destruirlos y avanzar en la competencia, en especial los que estaban en el área más alta del coliseo.
Una de las zonas más complicadas, era la de los tres puentes. Había dos en las esquinas y uno en el centro. Eran tan difíciles de atravesar, que muchos no se acercaban. Solo un joven llamado Leña era capaz de destruir y pasar por esa área, acumulando puntos.
Otra zona muy peligrosa eran los túneles, pues no solo eran oscuros, sino impredecibles. La mayoría de los que entraban, no podían salir por sí mismos y quedaban eliminados.
El área cerca del centro estaba llena de puntos fáciles, pero también era el área en donde gran parte de los participantes peleaban por obtener más puntos.
Vaztik, montada en su toro, se quedó mirando el coliseo. “No te preocupes, amiguito. Todo saldrá bien,” le dijo al animal, mientras lo acariciaba.
Y ella no mentía, por mucho tiempo estuvo analizando la mejor estrategia. No había detalle que no hubiera pensado. Aunque haría lo que fuera por ganar y, a pesar de lo atrevida que era, Vaztik no era tonta. Para ganar, necesitaba ser sabia y estar enfocada.
Pero, sobre todo, debía seguir a ese tal Leña muy de cerca, aprendiendo todo lo que hiciera.
A lo lejos, su madre la vio, agarró a su esposo y señaló a su hija diciendo emocionada: “¡Mira para allá! ¡Allí está la niña!”
“Ya veo, pero suéltame que me tirarás de la silla,” respondió Poto soltándose.
“No seas dramático. Mira lo fuete y segura que se ve,” dijo Berla.
“Es verdad, no recuerdo la última vez que la vi así,” añadió Poto.
“Yo sí, pero si te lo recuerdo, no te vayas a reír,” dijo su amigo Kokito.
Poto lo escuchó y le hizo un gesto con la nariz, mientras observaba lo que hacía su hija.
Minutos después, todos los participantes se pusieron en sus lugares y, tras un gran destello de luz en el cielo, la carrera de los Toros sin fronteras comenzó. La multitud gritó y se paró se sus asientos.
Poto seguía a su hija con la mirada, cuando de repente, alguien intentó tumbarla y ella lo esquivó usando su cuerpo para romper uno de los obstáculos.
El padre de Vaztik sonrió y dijo en voz baja: “Donde está el palo, está la astilla.”
Berla lo escuchó y se echó a reír diciendo: “Primero, no querías venir y ahora mírate.”
“No lo culpo, ese truco estuvo genial y además le dio puntos. De verdad que, de tal palo, tal astilla,” agregó Kokito.
“No puedes negar que salió igual a ti,” afirmó Berla.
“¡Vamos, Vaztik! Sé que lograrás ganar,” gritó Kokito.
“¡Vamos, hija! ¡Acaba con todos! ¡Enséñales de qué familia vienes!” añadió Poto a gritos.
Berla lo miró con una sonrisa, conmovida de ver que su esposo por fin había aceptado la decisión de su hija y la estaba apoyando en el deporte que él también amaba.
De repente, unas llamas de fuero salieron sorprendiendo a Vaztik, pero ella logró esquivarlas a tiempo. Destruyó unas piedras que cayeron por todos lados, golpeando a otros de los corredores que la seguían de cerca.
Al otro lado, se podía ver que las corrientes de agua derribaban a varios participantes. Con cada golpe o caída, la multitud gritaba de emoción.
Una corriente de agua golpeó a uno de los toros y el chorro de agua golpeó también al grupo en donde Vaztik se encontraba, pero, sorpresivamente ella pudo agarrarse con fuerza.
El golpe fue tan grande que la mayoría de los que estaban en las gradas, se quedaron en silencio a la espera de ver qué ocurría.
El chorro de agua creó una corriente que parecía como si el río se hubiera salido de su caudal. Por unos segundos, todos quedaron arropados por el agua.
Todos se pararon de sus asientos esperando lo peor. Poco a poco, se vio que algunos de los participantes salían disparados, arrastrados por la corriente.
Cuando las olas bajaron, los padres de Vaztik gritaron emocionados al verla bien agarrada de su toro, el cual también era muy fuerte.
Poco a poco, el animal continuaba avanzando. El coliseo rugió con gran fuerza al ver a Vaztik acomodándose mejor, levantó su mano y dio un fuerte grito, como si estuviera en una batalla.
Todos se pusieron a gritar juntos con ella. En cuestión de minutos, se había convertido en la favorita del público.
Leña, quien estaba desde el puente del centro, notó que los gritos no eran para él, sino para Vaztik. La observó fijamente salir de pie después de ese gran golpe.
“Impresionante, pero no creas que me podrás ganar. Todavía falta mucho,” dijo Leña en voz baja.
De pronto, esquivó un torbellino de agua y fuego y derribó dos rocas muy grandes como si no fueran nada.
Vaztik al verlo, recordó lo que había escuchado sobre los puentes y, dando la vuelta por los alrededores, se quedó analizando cómo podría subirse al puente sin ser sorprendida.
En ese momento, el cielo resplandeció de amarillo, anunciando que faltaba poco tiempo para concluir la competencia.
Ella observó el puntaje y el joven Leña tenía 50 puntos por encima de todos. Solo ella estaba cerca. Necesitaba 30 puntos para superarlo.
A lo lejos, su padre la observaba y se dio cuenta de lo que estaba sucediendo. “Oh no, Vaztik,” dijo Poto.
“Oh no, ¿qué?” preguntó Berla.
“Vaztik va a meterse en los túneles,” contestó Poto.
“¿Por qué dices eso?” preguntó Kokito.
“Miren el puntaje, ella está en segundo lugar, necesita al menos 30 puntos para quedar en primer lugar. Eso sin contar que Leña haga algún punto,” explicó el padre de Vaztik.
“¿Leña? Ese ya está celebrando,” aseguró Kokito.
“Y es por eso que Vaztik irá a los túneles. No solo hay más puntos allí, sino que, cuando Leña se dé cuenta, ya se le hará difícil superarla,” añadió Poto.
Los tres miraron a Vaztik fijamente, esperando por ver qué haría. Ella dio un fuerte abrazo a su toro y dio un vistazo a su alrededor.
En ese momento, vio que Hunder y Gonder la observaban fijamente y también vio a sus padres, en especial a Poto, quien la miraba con mucha atención. Su padre preocupado, le dio una sonrisa de aprobación y Vaztik se emocionó mucho, saber que su padre la apoyaba, la llenó de emoción.
Ella no dejaría que nada le impidiera mostrarles a todos que el talento está en la persona y no en el género. Hombres y mujeres son igualmente capaces de hacer cualquier cosa.
Todos se quedaron observando fijamente hacia dónde se dirigía Vaztik.
De repente, una de las columnas se derrumbó, al ser golpeada por uno de los toros y, cuando su dueño se cayó, el animal salió corriendo por todo el lugar.
Vaztik se agarró con fuerza de su toro y este, al dar un fuerte gruñido, dio un salto, metiéndose en una de las entradas del lugar.
En un abrir y cerrar de ojos, Vaztik quedó a oscuras. El lugar era extraño, pero a ella no le importaba. Solo debía apurarse y destruir los obstáculos para recolectar más puntos.
A lo lejos podía escuchar los gritos de todos, pero, lo que la alertó, fueron los gritos que provenían de la oscuridad. Sea como sea, debía hacer algo y pronto, pues sabía que, con cada paso de dieran, podrían chocar o peor, ser derribados por alguno de los obstáculos.
El toro dio otro gruñido y eso le recordó a Vaztik lo que debía hacer. Tomó el collar del toro y con su mano, comenzó a frotar unas esferas que tenía allí.
En cuestión de segundos, el collar del toro se encendió y gran parte del animal quedó iluminado. Esto ocurrió justo a tiempo pues, cuando Vaztik recuperó la vista, se encontró con unas ramas que colgaban del techo.
Sin pensarlo, se agachó a un lado del toro, agarrándose de una sola mano, para esquivar las ramas.
“Increíble, torito, eres muy fuerte,” dijo Vaztik emocionada.
Pero la emoción no duró mucho, pues el camino comenzó a hacerse cada vez más angosto, a tal punto de que, las pullas que había en la pared, quedaban más cerca de los dos.
Vaztik tenía que hacer algo y rápido, sino las pullas la cortarían en pedazos, pues ella no tenía la piel de un toro. Reaccionó a tiempo y agarró con fuerza las riendas del toro, moviéndose lejos de las púas.
La joven destruía todo lo que se encontraba a su paso. De vez en cuando, veía las siluetas o sombras de otros corredores y, en ocasiones, esquivó varios toros que corrían sin dueño.
Pero lo que más la sorprendió, es que después de un rato, sin encontrarse con nadie, llegó a un lugar en donde todo estaba destruido.
Vaztik se quedó pensando en cómo alguien había llegado hasta ahí, si ella apenas había podido.
“Rayos, amigo. Creo que no nos dejaron nada para destruir. Alguien nos ganó todos los puntos,” le dijo a su toro, pero este no le hizo caso, en cambio, para su sorpresa, comenzó a correr de lado a lado. Corría tan rápido que, si Vaztik no se sostenía fuertemente, podría caer.
“Vamos, torito, ¿qué buscas? ¿No ves que este lugar está vacío? No queda nada por romper” aseguró Vaztik, pero el toro no le hacía caso.
Continuó danto vueltas sin control, hasta que, de repente, dio un gran gruñido y salió corriendo, brincando por encima de unas rocas que estaban en el suelo.
Vaztik se agarró bien, pero luego de caer al otro lado, dio un grito que hizo eso junto con los pasos que su toro daba al correr. Ella no sabía qué ocurría, pero su toro sí.
“Oye, pero, ¿qué estás haciendo?” preguntó viéndolo correr enfocado en una sola dirección.
Vaztik se puso a mirar qué era lo que el toro estaba buscando, cuando fue sorprendida por dos toros que, de la nada se posicionaron a su lado. Ella por poco pierde el equilibrio, pero su toro, al sentirla, dio un pequeño brinco, haciéndola caer cerca de su collar.
Esto le dio tiempo a Vaztik para agarrarse bien y darse cuenta de quién, por poco, la derribaba.
Era Leña, quien se reía. “¿Pensaste que me descuidaría?” gritó, pero ella no dijo nada.
Vaztik buscaba la manera de escapar de ambos toros que la rodeaban. Al otro lado, vio cómo el líder de los cazadores, disfrutaba lo que estaba pasando.
Bolo y Leña la tenían atrapada y ella lo sabía, debía hacer algo y pronto.
“Ya no quedan más puntos, así que mejor ríndete. No hay forma de que puedas vencerme,” gritó Leña, mientras Bolo se reía a carcajadas.
El muchacho estaba en lo cierto, el puntaje lo ponía en delantera por 20 puntos más que Bolo y 19 puntos por encima de Vaztik.
Bolo intentó tumbarla, pero su toro tropezó un poco con unas rocas que había en el suelo y Vaztik aprovechó para adelantarlos.
Ella estaba en la delantera, pero los tenía a ambos muy cerca. A las afueras, la multitud veía las imágenes en un gran holograma que flotaba por encima del coliseo.
El área donde estaban Vaztik, Bolo y Leña no era común. Nadie sabía qué había pasado con ellos.
Hasta que, de repente, una gran explosión creó una inmensa nube de humo. Cuando esta se aclaró, todos comenzaron a gritar eufóricos.
“¡Mira, mi amor, es Vaztik y va a la delantera!” gritó Poto.
Berla se quedó mirando fijamente cómo su hija se movía de un lado a otro, esquivando los grandes trozos de piedra, derribados por los demás corredores en el suelo.
“Oye, ya para, ya se acabó todo,” gritó Leña, pero Vaztik no le prestó atención.
Su mirada estaba en busca de cualquier punto que pudiera obtener en esos últimos minutos de competencia.
Todo parecía perdido, hasta que, de repente, la joven dio un giro a su izquierda, golpeando a Leña. Él y Bolo hicieron lo mismo, pero Vaztik sacó más ventaja.
Viko, dándose cuenta de lo que su amiga planeaba, salió corriendo para convencerla de no hacerlo, pero fue en vano, porque ella no miraba a nadie, sus ojos estaban fijos en su objetivo.
Vaztik había encontrado lo que necesitaba, pero no sería fácil.
“¡No puede ser! La joven Vaztik se dirige hacia el centro y, en tan solo segundos, todo puede pasar. ¿Irá por el último monumento?” dijo el comentarista del juego y todos en el coliseo se quedaron callados y atentos.
Pero no era cualquier cosa, pues el último monumento era un pilar ubicado en la parte superior del gran coliseo.
La llamaban “el último,” pues todo aquél que lo intentaba, sería su última participación en la competencia.
Si la subida no acababa con ella, lo haría la caída.
Pero a Vaztik no le importaba el riesgo. El último monumento la podría hacer ganar y eso era lo que ella quería.
Los obstáculos de los alrededores habían sido destruidos, pero no los de la parte superior. Leña no los destruyó porque nadie sería tan loco o necio para subir a esa área.
“¡Para! ¡Para! Vas a hacer que quedemos descalificados,” le gritó Leña a Vaztik, pero ella se convenció de que él solo gritaba porque tenía miedo de perder. Era todo o nada.
Al subir, Leña vio a lo lejos lo que tanto temía. En el centro, había decenas de arcoíris de fuego. Un solo golpe de ellos y terminaría en la enfermería.
Pero ya era tarde para retroceder. La vergüenza pública de rendirse ante una chica, pudo más que el miedo.
A pesar de la emoción, la tensión los mantenía a todos con los nervios de punta.
Vaztik esquivó las primeras bandas de fuego y, segundos después, Leña y Bolo hicieron lo mismo.
Con cada banda de fuego que esquivaban, el calor aumentaba y los toros se enfurecían más, ocasionando que el controlarlos, fuera una tarea difícil.
Con cada anillo que atravesaban, más difícil se hacía atravesar el próximo.
Luego de un rato, para sorpresa de todos, Vaztik, Leña y Bolo lograron pasar todos los anillos y entraron en la gran torre del centro.
Los padres de Vaztik se miraron el uno al otro preocupados, pero nadie podía hacer nada. Dentro de la gran torre, solo se podían escuchar los ruidos de destrucción y ver que los puntos de cada estaban subiendo.
Todos debían esperar a ver quién o quiénes saldrían por la parte superior de la gran torre.
De vez en cuando, mientras subían, algunas explosiones arrojaban polvo por los lados de la torre. Con cada explosión, se escuchaban los suspiros entre la multitud.
Luego de un silencio que pareció eterno, ocurrió una gran explosión de rocas y polvo en la parte superior de la torre.
De repente, entre le humo, aparecieron Vaztik, Leña y Bolo a toda velocidad, uno al lado del otro. Se dirigían hacia el centro en donde los esperaba el último gran monumento.
Todos, al verlos, se pusieron de pie y empezaron a gritar muy emocionados, esperando por ver quién ganaría la gran carrera de los Toros sin Fronteras.
Al día siguiente, una reunión especial fue convocada.
Los líderes del Mundo Amarillo fueron llamados a evaluar un gran problema. El lugar de reunión estaba oculto en una gran roca en el centro del bosque. Los pinos altos, mantenían el lugar escondido a simple vista.
Dentro de aquella roca, todo era muy bonito. Una fuente de agua salía del suelo.
Cada líder tenía grandes asientos hechos de piedra, estaban modificados y decorados a su gusto.
Todo el lugar era muy parecido a la corte pública, en donde cualquier persona del pueblo podía ir a resolver una problemática social.
La única diferencia estaba en que, en este lugar, no se juzgaban asuntos menores, sino que se trataban cosas de nivel nacional.
El líder de los cazadores estaba a punto de informar algo, cuando los padres de Vaztik entraron en la sala.
Bolo, algo confundido, se quedó mirándolos sin que ellos se dieran cuenta. Todos estaban en silencio, esperando a que hablaran. Pero Bolo solo estaba al pendiente porque quería saber qué hacía el científico Gonder junto con los padres de la joven.
De repente, todos se pusieron de pie para recibir a varios de los líderes que aún no habían llegado a la reunión. Pero, para sorpresa de Bolo, la joven Vaztik entró platicando con uno de ellos.
Él, sin saber qué ocurría, se preocupó mucho, pues pensó que la joven le estaba dando quejas sobre lo que pasó en la carrera, o algo sobre los campos o cualquier otra cosa en la que ambos se hayan visto enfrentados.
Vaztik se apartó de los líderes y fue a sentarse con sus padres y el científico.
Ella, al darse cuenta de que Bolo la miraba, también lo miró fijamente. No sabía lo que su enemigo de caza estaría tramando, pero lo presentía.
El líder Hunder, al ver que todos estaban en sus lugares asignados, dijo: “Bienvenidos, compañeros. Ahora que estamos todos, podemos iniciar oficialmente. Para los que acaban de llegar, el líder de los cazadores estaba a punto de darnos una queja e información importante.” Hunder miró hacia Bolo y preguntó: “Bueno, Bolo, ¿qué es lo que tienes que decirnos?” pero él solo podía pensar en qué era lo que Vaztik tramaba.
Bolo pensó en decir algo que la acusara, pero no tenía pruebas. Hunder, al ver que no respondía, preguntó: “Joven cazador, ¿puede decirnos por qué convocó esta reunión? En su mensaje parecía que había algo urgente que atender.”
Bolo se tranquilizó y, respirando hondo, sonrió y comenzó a decir: “Gracias a todos por venir, gracias a los líderes por cuidarnos como lo hacen. El Mundo Amarillo no sería lo que es sin ustedes. Es su ejemplo lo que nos motiva a dar y hacer lo mejor.” Todos estaban atentos a lo que Bolo decía.
Sin embargo, Vaztik vio en él una sonrisa peculiar y se preocupó pensando que la delataría y les diría a todos que ella dejaba escapar a los lobos del exterior.
Tras una pequeña pausa, Bolo continuó diciendo: “Gracias por permitirme estar a cargo de velar por nuestra comida, pero tengo que informar que me he dado cuenta de que alguien está ayudando a los lobos a robársela y a escapar. Esto es intolerable.”
“Es verdad, esto es intolerable, ¿quién está haciendo tal cosa?” preguntó Hunder.
Todos se miraban entre sí, haciéndose la misma pregunta. Gonder se fijó en que la joven Vaztik lucía muy ansiosa y preocupada y, sin que ella lo viera, sonrió a la espera de lo que pasaría.
“Sé que es una locura, pero es la realidad. Lo malo es que no hemos podido capturar o ver bien la cara de esta persona,” dijo Bolo. Al oírlo, todos los presentes comenzaron a murmurar y Bolo continuó diciendo: “No hay de qué preocuparse, tengo una solución para este problema.”
Hunder, pidiendo que todos hicieran silencio, preguntó: “¿Qué propones, joven cazador?”
“Creo que podemos atrapar a esta persona, si reclutamos a alguien que conozca el bosque mejor que nadie más. Creo que podemos aprender mucho y ser más efectivos, incluso en contra de los lobos ladrones,” sugirió Bolo.
“¿Quién es esta persona y por qué simplemente no le preguntas?” preguntó Hunder. Bolo sonrió y le contestó:
“Señores, no le pregunté antes, pues deseo saber sus opiniones. La persona que tengo en mente está hoy aquí entre nosotros.” Todos se pusieron a murmurar entre sí, mirándose unos a otros.
Nadie imaginaba de quién podría hablar Bolo.
Hasta que, de repente, el líder cazador señaló a Vaztik diciendo: “La persona que nos puede ayudar es la joven Vaztik.”
Berla sorprendida, gritó: “¿Qué? ¿Cómo que mi niña es esa persona?”
“Estoy de acuerdo, Vaztik es perfecta para esto,” afirmó Gonder. “Ya lo verás, no te preocupes,” murmuró luego el científico, mientras miraba a los demás. “Creo que puedo ver por qué lo dices. Esta joven de verdad nos sorprendió a todos en la carrera de ayer, pero sería la primera vez que una mujer fuera llamada a formar parte del grupo de cazadores.”
“Ella es una joven de una familia muy amada y, con tantos talentos, de seguro lo hará bien,” aseguró Bordo, el padre de Viko.
“No creo que nadie se oponga a que la joven Vaztik se una a los cazadores,” añadió el padre de Bolo, Robert, sentado junto a Hunder, quien analizaba todo muy pensativo.
Vaztik también lo hacía. Todos la observaban, pero ella disimulaba muy bien su descontento. La discusión sobre el asunto continuó, mientras que la joven pensaba con una sonrisa fingida: “¿Con que esto tramabas? Si me escogen, te vas a arrepentir. ¿Deseas jugar jueguitos conmigo? Vamos a ver quién gana.”
De repente, Hunder se paró de su silla, diciendo: “Señoras y señores, hoy aceptamos la petición del joven Bolo y concedemos que la joven Vaztik pueda unirse al grupo de los cazadores del Mundo Amarillo. Vaztik, ¿qué tienes que decir a esto?”
“Acepto la invitación con mucha alegría, lo que sea para ayudar,” respondió ella poniéndose de pie.
Todos, al escuchar su respuesta, comenzaron a murmurar.
“Hija, ¿estás segura de esto?” le preguntó Berla en voz baja.
“Sí, mamá. Está bien,” contestó en voz baja también.
Bolo estaba muy atento, hasta que escuchó a Vaztik preguntar: “¿Ustedes quieren que sea la líder del grupo y que así pueda compartir todo lo que sé?”
“Bien dicho, Vaztik,” murmuró Gonder.
“¿Esto es algo bueno?” preguntó Poto al científico en voz baja.
“Ya lo verás, tu hija lo hará genial.”
Vaztik esperaba la respuesta, mientras observaba la cara que Bolo había puesto. Hunder, luego de hablar con los demás líderes, respondió: “Bueno, señorita. Hemos analizado tu pregunta. Creemos que serás una líder excepcional, pero el joven Bolo también lo ha sido. Así que hemos decidido que ambos se encarguen de liderar juntos, si es que así lo desean.”
“Eso me parece genial, así podremos compartir nuestras habilidades,” contestó Vaztik mirando a Bolo con una sonrisa para provocarlo.
Él estaba aguantándose el enojo y, con una sonrisa, asintió con su cabeza sin decir nada.
Hunder añadió: “Ahora que está todo en orden, desde el día de mañana, la joven Vaztik será colíder junto a Bolo y luego veremos si esto en verdad soluciona el problema, para encontrar a quienes están ayudando a los lobos.”
Luego de esto, los presentes se pusieron de pie aplaudiendo. Hunder terminó la reunión y todos comenzaron a irse del lugar. Pero la mirada de Vaztik y Bolo estaba entrecruzada, cada uno intentando descifrar lo que el otro tramaba.
“No sabes lo que te espera, haré tus días inolvidables,” dijo Vaztik entre dientes, sonriéndole a Bolo.
“Ven, hija, es hora de irnos,” anunció Berla. La joven, como si nada, se volteó y regresó con sus padres, mientras Bolo se quedó mirando a las personas abandonando el lugar.
Gonder se acercó a la joven y le dijo: “Jovencita, tienes algo muy especial y estoy seguro de que lo harás bien, solo confía en tu voz interior y todo saldrá bien.”
Ella solo le sonrió sin decir nada y Gonder se despidió.
Luego, el padre de Vaztik, aprovechando que estaban a solas, le dijo: “Lamento no haberte apoyado desde el principio.”
“No te preocupes, papá, entiendo que solo intentabas cuidarme, sé que eso es lo que los papás hacen,” respondió Vaztik abrazándolo.
“Bueno, ya basta ustedes dos que me harán llorar. Vamos a casa a celebrar que, desde el día de mañana, nuestra hija será la primera líder mujer en el grupo de los cazadores.”
Su familia se fue a celebrar, pero en la mente de Vaztik se estaban formando las ideas de lo que haría para que Bolo pagara por intentar meterse con ella.
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