Un Sueño loco
Muy tarde en la noche, Tursi Jr no encontraba la manera de quedarse dormido. Cerraba sus ojos, pero las memorias del día anterior lo atormentaban y lo desesperaban. La culpa la tenían sus compañeros, quienes, llenos de maldad, le hacían cosas que lastimaban su corazón.
Los Tursis eran una raza distinta a las demás y, debido a eso, algunas personas los perseguían y los molestaban, sin entender el efecto devastador que sus acciones tenían sobre ellos, pero en especial en Tursi Jr.
Día a día, debía aguantar el acoso que recibía en la escuela. Y por más que esto enojara a Tursi Jr., la buena educación que le habían dado sus padres, le daba fuerzas para aguantar y no hacer nada en contra de ellos.
Sus padres, con mucha sabiduría, se aseguraban de que Tursi Jr. aprendiera cada lección, pero nada lo había preparado para enfrentar el ciclo repetitivo que sufría en la escuela.
Él no era el único al que intimidaban, pero tal vez era el único que estaba a punto de explotar, lleno de coraje y rencor por regresarles el daño que le habían causado.
Con cada minuto que pasaba, Tursi Jr. sabía que debía hacer lo posible por intentar dormir y así tener energías para vivir otro día desagradable en la escuela.
Sin embargo, mientras más tiempo pasaba, más se convencía de que debía darles una lección a todos por confundir su humildad con cobardía.
–Les mostraré mi poder y se rendirán ante mis pies. ¡Ya verán!... ¡Ya verán! –dijo Tursi Jr. para sí mismo en voz baja y, balbuceando sobre estas cosas, se quedó dormido.
Pocos minutos más tarde se encontró volando por los aires. De repente, vio en el suelo a sus compañeros. Todos jugaban y molestaban a quienes los rodeaban. Tursi Jr sin pensarlo, lanzó una de sus esferas, transformándolas en bolas de fuego, al lanzarlas con fuerza. Todos gritaban de miedo, mientras corrían intentando huir del fuego.
–Vamos, cobardes. No huyan. Los eliminaré a todos. Conozcan mi gran poder –gritaba Tursi Jr. mientras lanzaba más fuego. Tursi Jr. disfrutaba de todo esto, hasta que, de repente, la alarma sonó despertándolo de golpe.
Al abrir los ojos, se dio cuenta de que todo había sido un sueño, pero esto no le quitaba la enorme sonrisa en su rostro. Dando un salto, salió de la cama y comenzó a prepararse para ir a la escuela. De todos modos, a pesar de las cosas malas que le ocurrían a él le gustaba ir.
Cuando estuvo listo con su mochila, bajó por las escaleras muy motivado. Hoy sería un día diferente. Dentro de él podía sentirlo, o al menos eso pensaba. Su madre Tursa, al verlo llegar con tanto ánimo a la mesa donde se encontraba el desayuno, le preguntó:
–¿Y a ti qué te picó, muchacho?
–Buenos días, madre –respondió Tursi Jr.
–¿Buenos días? Tienes cara de que hoy son más que solo unos buenos días. A ver, ¿qué te traes? –preguntó Tursa.
–Madre, tuve un sueño genial. Todos podían ver lo poderoso que soy –respondió Tursi Jr.
–Ustedes los niños y sus ocurrencias. Sea como sea, me gusta verte sonreír –dijo Tursa, dándole un plato de comida.
De repente, su padre el Gran Tursi y su hermana gemela Tursilina, llegaron a la mesa.
–Alguien está muy feliz y muy temprano en la mesa, ¿estás enfermo? –preguntó Tursilina.
–No empiecen. Si no se apuran, llegarán tarde –respondió el Gran Tursi desviando la conversación.
–Querido, nuestro hijo tuvo un sueño genial y mira lo alegre que está –dijo Tursa mientras les servía su desayuno.
–Qué bueno, hijo. Me alegro por ti. Sabes que siempre te he dicho que te mantengas enfocado en cosas positivas. Nunca olvides todo lo que te hemos enseñado. Así nadie te robará la alegría –respondió el Gran Tursi y empezó a comer.
–Así es, padre. En mi sueño, todos pudieron ver el gran poder que hay en mí. Sé que todo saldrá a mi favor –respondió Tursi Jr.
Tursilina lo observó y, mientras comía se preguntaba “¿Qué será todo esto del sueño? No sé qué es, pero lo averiguaré.”
Cuando todos terminaron el desayuno, le dieron las gracias a Tursa y se fueron a sus respectivas labores. Tursi Jr abrió la puerta y se quedó esperando a que Tursilina estuviera lista.
–Vamos, Tursilina, ¿por qué siempre te tardas? –preguntó Tursa.
–Vamos, Tursilina, es hora de irnos. Mientras más rápido nos vayamos, más rápido regresaremos –dijo Tursi Jr.
–¡Má! ¿Ves? Tursi Jr siempre me está molestando –exclamó Tursilina.
Tursa le dio un beso a Tursilina y le dijo:
–Solo quiero que no lleguen tarde, ahora deja las excusas y váyanse.
–Lo dices como si él fuera mi hermano mayor. Solo es mayor por unos minutos –protestó Tursilina, pero, al ver la cara que hizo su mamá, se apresuró a salir de la casa.
Tursa se paró en la puerta y dijo mientras los veía irse:
–Cuídense el uno al otro y pásenla bien.
Un momento después, estando lejos de la casa, Tursilina le dijo a su hermano, sabiendo que nadie los escuchaba:
–¿Por qué tanta prisa? No seas así, cuéntame el sueño y cuéntame la verdad, no te lo inventes.
–De todos modos, vas a decir que me lo inventé –respondió Tursi Jr.
–Prometo que no, cuéntame –pidió Tursilina.
–Uno, dos, tres… –dijo Tursi Jr, pero Tursilina lo interrumpió.
–No seas payaso y dime, que se nos acaba el tiempo.
–Está bien, pero presta mucha atención –dijo Tursi Jr mientras continuaban caminando hacia la escuela.
Al llegar a la escuela, todo fue como de costumbre. Los muchachos que tanto los molestaban y les hacían bullying, estaban ubicados por donde ellos tenían que pasar.
–Miren quiénes vienen por aquí, son los hermanos monstruitos, con sus cuernos y un libro aburrido –dijo uno de los muchachos llamado Carpio. Otra de las muchachas llamada Jolandita, escuchó lo que Carpio había dicho y se echó a reír fuertemente.
–De verdad que están feos y dan miedo –dijo otra de las muchachas llamada Mirella.
–Son los gemelos más feos que hayan existido –dijo otro joven llamado Casilindo, quien era el líder del grupo.
Otro de los jóvenes del grupo llamado Santito, los miraba en silencio preguntándose por qué molestaban a los gemelos y, aunque no le agradaban, no dijo nada.
Tursilina y Tursi Jr escucharon los insultos y continuaron caminando mientras los ignoraban. Tursilina le dijo a Tursi Jr en voz baja:
–Deberíamos decirles algo.
–Mejor vámonos. Pronto verás que todo acabará, pero, por ahora, solo sigue ignorándolos –respondió Tursi Jr en voz baja.
–¿Por qué dices eso? –preguntó Tursilina, pero antes de que Tursi Jr pudiera contestar, ambos llegaron hasta donde había otro grupo de jóvenes.
A este grupo no le importaba la raza o el color de piel que los demás tenían.
–Baja la voz, Tursilina –dijo Tursi Jr.
–No evadas la pregunta. Dime –exigió Tursilina.
Pero de repente el timbre sonó y tuvieron que irse rápidamente a su salón de matemáticas.
Al entrar vieron que, como siempre, los peores bullies estaban sentados juntos en la parte trasera del salón.
Se sentaban en ese lugar para poder molestarlos a todos, sin ser vistos por el maestro.
–No creas que olvidé la pregunta –dijo Tursilina sentándose en su pupitre. Pero su hermano la ignoró sentándose en su silla, observando de reojo cómo los cinco jóvenes de atrás molestaban a varios estudiantes que eran de una raza diferente a la de ellos.
–Toma, conejito patalarga –dijo Jolandita, quien le lanzó una bola de papel al conejo Yayi.
–¿Me oyes, orejotas? ¿Tienes unas orejas tan grandes y estás sordo? ¿o es que las usas para volar? –preguntó Mirella burlándose de Timblo.
Ahora era el turno de Santito. Sus amigos se le quedaron mirando, esperando a que dijera algo para burlarse de ellos. Santito, percatándose de esto, se apresuró a decir algo para que los demás no sospecharan.
–Oye, Permon. Parece que la dieta de chocolate te está funcionando, cada día te ves más oscuro. Sigue así y te convertirás en una sombra.
–Así es, no sé qué es peor, si el color o lo enano que es –dijo otra muchacha en tono burlón.
–Bien dicho, Mirella, no sé por qué dejan entrar aquí a esos raritos. Entorpecen la vista –dijo Casilindo y todos sus compañeros rieron con él.
Tursi Jr no aguantó más y, levantando su mano, dijo al maestro:
–Maestro, ¿nos podrías enseñar mejor una fórmula para desaparecer a los que solo no saben hacer más que molestar y burlarse de los demás?
El maestro dejó de escribir en la pizarra y, volteando a ver a Tursi Jr, le dijo:
–¿Qué clase de pregunta es esa? Déjate de juegos y ponte a escribir el ejercicio –respondió el maestro.
Los cinco jóvenes de atrás se echaron a reír con más fuerza, pero, el maestro al verlos, continuó diciendo:
–Y ustedes dejen las bromas y guarden silencio.
El maestro se volteó a la pizarra y los jóvenes miraron fijamente a Tursi Jr, quien los ignoraba mientras escribía su tarea.
Al llegar la hora del recreo, todos salieron de sus salones. Los pasillos estaban llenos de estudiantes sacando y poniendo cosas en sus casilleros. Tursi Jr se movió rápido entre los estudiantes para llegar a su casillero y buscar algo que necesitaba.
Hasta que, en un momento, escuchó la inconfundible voz del líder de los bullies, Casilindo, quien estaba molestando al conejo Yayi. Tursi Jr los miró fijamente, sin darse cuenta de que Tursilina lo observaba desde lejos y percatándose de lo que estaba sucediendo con Yayi.
.–¿Qué les pasa a ellos? ¿Por qué no dejan de molestar y molestar? -se preguntó Tursilina acercándose a su hermano.
–Son unos brabucones, me dan ganas de golpearlos y de mostrarles que tengo más poder que ellos. Los destruiría como los cobardes que son –dijo Tursi Jr en voz baja. Tursilina también se molestó, pero se quedó callada.
Los cinco jóvenes continuaron molestando al conejo Yayi, mientras todos los observaban sin hacer nada.
–Alguien quítele el jugo –ordenó Casilindo.
–¡Que se lo quiten! ¡Que se lo quiten! –gritaron los demás compañeros.
–Está bien, se lo quitaré yo mismo –afirmó Casilindo mientras sus amigos reían.
Casilindo le quitó el jugo al conejo Yayi y se lo tomó frente a él.
–Muy rico el jugo, ahora lárgate de aquí, conejito tonto –ordenó Casilindo, pero al ver que Yayi, quien estaba muerto de miedo, no se movía, le gritó:
–¡Que te largues, animal!
Yayi al escuchar el grito, del susto dio un brinco y se fue corriendo.
Los demás que estaban allí, se pusieron tristes con lo ocurrido y se fueron caminando cabizbajos. Todos habían visto lo triste y asustado que estaba Yayi. Algunos de los que vieron lo que pasó, murmuraban preguntando por qué razón Yayi no se defendía. Otros continuaron haciendo sus cosas como si nada hubiera pasado.
Tursi Jr se fue caminando detrás de Yayi, quien se había dado cuenta de que él lo estaba mirando mientras todo ocurría.
Al salir al patio, Yayi se sentó en un banco lejano, alerta de que alguno de los bullies lo hubieran perseguido, pero en vez de esto, vio que Tursi Jr lo estaba observando.
Tursi Jr le sonrió y el conejo Yayi agradeció ver una cara amiga, se tranquilizó y le devolvió el gesto con media sonrisa.
Cuando Tursi Jr regresó, notó que todos en el pasillo continuaban haciendo sus cosas como si nada hubiera pasado.
–¿Qué más podrían hacer? –se preguntó Tursi Jr en voz baja.
Sin encontrar respuesta a su propia pregunta, se dirigió a su siguiente clase que tanto le gustaba. Al entrar, notó que algunos jugaban y otros hablaban, pero, sobre todo, siempre había alguien molestando.
Tursi Jr se sentó en su pupitre, mientras esperaba a que el maestro llegara. Aburrido, sacó su cuaderno y se puso a dibujar lo que recordaba del sueño que había tenido. Luego de varios minutos, ya tenía hecha gran parte del dibujo. En él, Tursi Jr volaba por los aires, lanzando esferas de fuego, las cuales golpeaban a todos los bullies.
Mientras dibujaba, en su mente les gritaba:
–Los eliminaré a todos y no quedará ni siquiera su sombra. Este es mi poder, esto les pasa por provocar mi ira.
Pero de repente, en su mente dejó de volar y comenzó a tirar bolas de fuego a sus padres, quienes estaban abrazados y llorando por lo que él estaba haciendo.
Lo único que escuchaba entre el llanto, era la voz de su madre diciéndole a su esposo:
–Esto no es lo que le enseñamos, esto no es lo que le enseñamos.
Tursi Jr, al verlos, se quedó sorprendido e inmóvil. La voz de su madre hacía eco en su cabeza, regresándolo a la realidad donde alguien lo estaba llamando.
–Amigo, amigo, despierta que ya llegó el maestro.
–¿Qué? ¿Qué? –preguntó Tursi Jr algo confundido.
–No sé dónde está tu mente, pero concéntrate en la clase antes de que el maestro te vea y te regañe –explicó el enano Permon, sacando unos lápices de su mochila. Tursi Jr le hizo caso a su amigo y también sacó sus lápices.
La clase transcurrió sin problemas y, cuando terminó, Tursi Jr y el enano Permon salieron juntos del salón.
Cuando terminaron las clases del día, todos se subieron al autobús como de costumbre. A Tursi Jr le gustaba caminar, pero, como le dejaron mucha tarea, llevaba muchos libros en su mochila y no los quería cargar hasta su casa.
Cuando llegaron, el autobús se detuvo y Tursilina bajó primero, su hermano bajó después de ella haciendo una rabieta.
Tursilina, al verlo tan enojado pateando el suelo y manoteando al aire, le preguntó:
–¿Y a ti qué te pasa? ¿No puedes controlarte? ¿Acaso se te zafó un tornillo?
–Es que los detesto, solo le hacen la vida difícil a los demás –respondió Tursi Jr jalándose el cabello.
–Lo sé, hermano, pero enojarte tanto no es bueno. Entremos a casa a tomar agua y así te calmarás –aconsejó Tursilina.
–¡¿Qué?! Si entro a casa, mamá me comenzará a hacer preguntas.
–Creo que tienes razón, verán tu cara de perro rabioso y no podrás escapar –dijo Tursilina mientras ambos caminaban hacia la entrada de su casa.
–¿Sabes qué, hermanita? Ya encontraré una manera de demostrarles que somos mejores de lo que ellos piensan y terminaré con esos abusos. Solo necesito tiempo para encontrar la forma de hacerlos caer en su propia maldad –dijo Turis Jr con una sonrisa.
–Lo que tú digas. Déjame entrar primero y te aviso cuando puedas entrar. Así mamá no verá la cara que traes –dijo Tursilina abriendo la puerta de su casa. Ella entró y, al ver que su madre no estaba, le hizo una señal a Tursi Jr, quien también entró y se fue directo a su habitación. Él cerró la puerta de su alcoba fuertemente, asustando a su hermana.
–Realmente está muy molesto –afirmó Tursilina en voz baja.
Tursi Jr arrojó su mochila al suelo y comenzó a dar vueltas por toda su habitación diciendo:
–¡No! ¡No!
Tursi Jr hacía mucho ruido y, cuando la música que estaba sonando se detuvo, su madre escuchó sus gritos. Al acercarse más, pudo escuchar con mayor claridad lo que su hijo decía.
–¡No! ¡No!
Preocupada, entró en la habitación y, al verlo tan molesto, preguntó:
–¿Qué le pasa a mi muchacho? Ya hemos hablado de esto, respira hondo. No dejes que nada te haga ponerte tan mal.
–Lo sé, madre, no es bueno dejar que el volcán del enojo haga erupción. Lo sé, pero es que aguantar tampoco es fácil –respondió Tursi Jr aún molesto. Pero al ver el rostro preocupado de su madre, se calmó un poco.
–Ve a darte un baño, esto te ayudará a estar más tranquilo. Te llamaré cuando la comida esté lista, estoy preparando tu plato favorito –dijo Tursa, dándole un abrazo.
Tursi Jr le dio las gracias y se fue a hacer lo que su madre le había ordenado.
Tursi Jr se puso a llenar la bañera, como si fuera una de las piscinas que tanto le gustaban y el baño se llenó rápidamente de vapor por el agua caliente.
Cuando todo estuvo listo, Tursi Jr se metió a la bañera, sentándose en el agua y se puso a pensar mientras jugaba, usando su imaginación. Tursi Jr tomó un jabón con dibujitos de mariposa que había cerca de la bañera y se puso a imaginar que estaba volando.
–Así es, algún día entenderán que no soy ningún perdedor como ellos dicen. Van a necesitarme y se arrepentirán de haberme llamado don nadie. Ya lo verán –dijo Tursi Jr en voz baja, mientras jugaba con el agua y el jabón.
Estaba pasando un rato agradable, hasta que, de repente, su hermana tocó a la puerta diciendo:
–Tursi, ¿hasta cuándo piensas estar ahí dentro? Yo también me quiero bañar.
Él intentó ignorarla, pero ella seguía tocando y diciendo:
–Por favor, no seas así. Yo sé que estás ahí dentro, hasta acá te escucho jugando con el agua.
Tursi Jr dijo en voz baja, quejándose:
–¿Por qué será que siempre me interrumpen cuando me siento mejor?
Tursilina, cansada de tocar, se quedó de pie frente a la puerta del baño, pensando si realmente valía la pena tener un hermano.
–Tursi Jr no es tan malo, solo que a veces es algo complicado –dijo Tursilina. Luego volvió a tocar la puerta, diciendo en voz alta:
–Tursi, no seas así. Te vas a acabar toda el agua y sabes que no me gusta bañarme con agua fría.
–Sí, lo sé, si no hay agua caliente, no te bañas –respondió Tursi Jr abriendo la puerta del baño.
Turislina, viendo que su hermano había salido envuelto en una toalla, se la quitó y le dijo:
–No seas mentiroso, yo siempre me baño. Así que deja de molestarme o no te devolveré la toalla.
–No seas así, hace frío. Además no sé por qué te empeñas en interrumpirme –dijo Tursi Jr intentando quitarle la toalla.
–Es que te acabas el agua caliente –respondió Tursilina devolviéndole la toalla.
–Está bien, hermanita, no te enojes. Todavía hay agua caliente, así que ve y disfrútala –dijo Tursi Jr.
–Tursi, si soy así es porque, cuando te pones a jugar con tu gran imaginación, te metes en tu pequeño mundo, se te pasa el tiempo y no te das cuenta de que te acabas el agua. Recuerda que ha ocurrido varias veces.
–Como tú digas, hermanita, como digas. No me culpes de ser un chico creativo –respondió Tursi Jr saliendo del baño.
–Tanta imaginación te va a quemar el cerebro –dijo Tursilina, pero Tursi Jr la ignoró, mientras pensaba en el gran día de su victoria.
Tursilina se molestó y cerró la puerta diciendo entre dientes:
–A este se le cayó un tornillo.
Ella se metió a bañar, mientras su hermano se fue a su habitación a esperar por la cena.
Al día siguiente, todos se preparaban como de costumbre. La familia estaba muy feliz y daban vueltas de un lado a otro como lo hacían cada mañana. El Gran Tursi ponía en orden su maleta de trabajo.
Tursi Jr y Tursilina se aseguraban de tener lo necesario en sus mochilas para las tareas de la escuela y Tursa como siempre, les tenía el desayuno listo.
–Amor, ¿no has visto los archivos que tenía anoche? –preguntó el Gran Tursi a su esposa.
–No lo sé, pero tómalo con calma. Come el desayuno que está caliente y de seguro después te acordarás, como siempre te pasa –respondió Tursa poniendo un plato lleno de comida en la mesa.
Tursi Jr y Tursilina llegaron y saludaron a sus padres, sentándose en la mesa. El Gran Tursi tomó el plato que le había dado Tursa y, después de servirse, lo dejó en medio de la mesa.
Tursi Jr se sirvió primero que Tursilina, tomando un gran pedazo de pan de maíz. Su hermana le hizo un gesto de enojo, pero Tursi sin mirarla, comenzó a comerse el pan.
Tursilina iba a decir algo, pero su padre, sin saber lo que estaba pasando, se adelantó preguntando:
–Oigan, niños, ¿cómo les ha ido en la escuela?
–Me va bien, papá, me gusta muchísimo aprender –respondió Tursilina.
Tursi Jr se quedó mirándola, pensando en la gran mentira que había dicho, “¿aprender muy bien? Solo lo dices para no preocupar a nadie. Nada estará bien hasta que se acabe el bullying,” pensó Tursi Jr para sí mismo en su mente.
–¿Y tú qué, hijo? –preguntó el Gran Tursi.
–Todo normal –respondió Tursi Jr, echándose un bocado de huevos revueltos a la boca.
–¿” Normal” dices? ¿Entonces por qué andabas ayer de gruñón? Parecía que explotarías –preguntó el Gran Tursi.
Tursi Jr no supo qué responder y se quedó callado.
–Así es, pequeño, no es necesario que intentes mentir o esconderte. Somos tus padres, queremos lo mejor para ti, lo sabes, ¿verdad? –dijo Tursa.
–Sí, mamá, lo sé, pero de verdad todo está normal. No hay nada diferente, ¿verdad, Tursilina? –preguntó Tursi Jr mirando fijamente a su hermana, quien casi se ahoga con la comida.
–Papá, es que Tursi Jr está molesto con… –pero Tursi Jr, temiendo por lo que ella pudiera decir, la interrumpió:
–La tarea, no están dejando mucha tarea y quiero tener más tiempo para jugar el fin de semana.
–Sí, es así, las tablas de multiplicar son complicadísimas –añadió Tursilina, guiñándole un ojo a su hermano.
Tursa y el Gran Tursi se miraron entre sí, observando lo rápido que sus hijos terminaban de comer. Hasta que, de repente, sonó la alarma del reloj y todos supieron lo que significaba. Era hora de irse.
Tursi Jr y Tursilina se despidieron de sus padres y salieron de prisa para no perder el autobús y no tener que caminar hasta la escuela. Cuando ya estuvieron lejos de casa, Tursi Jr le dijo a Tursilina:
–No sé por qué no se cansan de decir cuánto se aman, los viste, ¿verdad?
–¿Cómo no verlos? A mí me parece hermoso ver lo mucho que nuestros padres se aman. Gracias a eso nacimos tú y yo. Así que deja de quejarte tanto. No porque estés molesto, tienes que ver todo lo que pasa como algo malo –respondió Tursilina.
–Está bien, tienes razón. Por cierto, gracias por seguirme la corriente. Por un momento pensé que dirías la verdad –dijo Tursi Jr.
–Cómo crees, por eso somos hermanos, pero tengo que admitir que esa excusa estuvo buena, hasta yo me lo creí –respondió Tursilina mirando a su hermano con media sonrisa.
Tursi Jr al darse cuenta del gesto, se detuvo y dijo:
–¿Qué? Conozco esa cara, ¿qué quieres?
–Tú sabes, quiero un helado por ser tu buena hermanita que te ayuda tanto –respondió Tursilina.
–¿Por qué será que nadie hace nada gratis? Siempre hay un gancho. Estás bien, Tursilina, te compraré tu helado –respondió Tursi Jr de pie frente a la parada del autobús.
Tursilina se puso a bailar muy contenta alrededor de su hermano, mientras esperaban el vehículo, el cual llegó minutos después y ambos se fueron juntos para la escuela.
Tursilina empezó a hablar con unas amigas, mientras que su hermano se quedó mirando el cielo, imaginando que le daba su merecido a los cinco bullies de la escuela, quienes tanto les hacían la vida imposible a todos.
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